Dejarse llevar en una clase de teatro

 

Parece una tontería pero para los adultos el dejarse llevar en una clase de teatro es un verdadero reto.

Muchas de las sesiones de teatro nos centramos en crear escenas, improvisaciones, personajes, etc. y en todas estas situaciones lo más importante es permitirse jugar con el otro de manera tal que mi atención no esté enfocada a si lo que estoy haciendo está bien o mal sino en: jugar.

Es una constante que sucede en los talleres el hecho de que los participantes estén preocupados por el producto final en vez de estar ocupados en el momento invirtiendo su energía en el lugar y las personas con las que están construyendo algo. Y no es por ego (vale, a veces sí : D) o por otras razones que tengan que ver con el narcisismo.  Sino que tenemos puesto el chip de productividad y de cumplimentar estándares. Lo cual en teatro sería igual a que mientras preparamos una escena (o improvisación, personaje, etc,) que resulte en algo que podamos mostrar, que nos acordemos y que por supuesto resulte original, gracioso, y quede por siempre jamás en el recuerdo de quienes nos vean.

 

¿No es una expectativa muy alta para cada ejercicio de cada clase de teatro?

Quizá podríamos cambiar el foco y el baremo con el cual analizamos resultados.

Quizá podríamos empezar por no dar nada por sentado: ¿Qué pasa si en vez de preocuparnos por cómo va a quedar nos ocupamos de lo que está realmente ocurriendo? Muchas veces un cambio de actitud en dónde y a qué invertimos nuestra energía nos devuelve experiencias más interesantes que si estamos constantemente dirigiendo nuestras acciones a nuestras expectativas.

 

El dejarse llevar no significa que tengamos que estar sin rumbo haciendo cosas sin sentido, sino que estamos conscientes. Que nos permitimos sentir, pensar y actuar en ese momento en el que estamos con la persona que estemos trabajando y que nuestro accionar tiene que ver con la capacidad que hemos generado de tomar una idea y darle vida a partir de lo que me encuentro dentro y fuera. Dentro mío, dentro de la escena, y fuera (lo que le pasa al otro y lo que me pasa a mi conectado con lo que le pasa al otro).

 

Así es que dejarse llevar no tiene que ver con el caos o el descontrol sino con no ser esclavos de las expectativas, de la mirada de los otros, de querer hacer algo que pensamos que cumple los requisitos. Sino experimentar de manera consciente, poder escuchar y dialogar con eso y dar lugar para el descubrir. Abrir nuevas oportunidades gracias a que estoy dispuesta/o a tirar del hilo y contribuir a que eso que estamos co-construyendo se haga más rico y nos haga más ricos a los participantes a su vez.

Dejarse llevar también es confiar nuestra capacidad de ser creativos, soltar un poco el control que nos limita a un tipo determinado de expresión y darse el permiso a expresar lo que el cuerpo quiere aunque la mente le sople reticencias al oído.

También el permitirnos experimentar las emociones que me surgen o que ya traigo desde fuera del espacio escénico. Tener un mal día, estar triste, enfadado, ansiosa, etc…es una realidad, no hace falta estar perfectamente bien y contento para hacer una clase de teatro. Así como nos sentimos podemos aprovechar esa emoción para tintar la ficción que estemos creando con ese color y ya se verá con el accionar si se transforma o si permanece creciendo o disminuyendo. No se trata de obviar o tapar lo que nos pase, se trata de trasladar esa emoción al espacio de realidad dramática en dónde de una manera lúdica y sana puedo expresar.

¿Probamos? : )

 

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