Cuando utilizamos un marco de ficción con un grupo terapéutico estamos ante todo, planteando un mundo lleno de posibilidades de exploración de manera resguardada.
Poder habitar una realidad diferente a la de uno puede otorgar el permiso necesario para explorar emociones, conductas y perspectivas reprimidas en el consciente.
Cuando ponemos nuestro cuerpo y psique al servicio de una historia que no es la nuestra, y la asumimos con responsabilidad para contarla de la mejor manera posible desde el punto de vista del personaje que se encarna, el juicio queda relegado a un rol de espectador. Esto permite que el actor accione, sienta, se conduzca de una manera que puede enriquecer su sistema de creencias, y en consecuencia los permisos que se da a sí mismo a la hora de relacionarse con su mundo interno y externo. Es muy importante acompañar las sensibilidades que pueden extraerse de estas experiencias puesto que para el actor de esa realidad puede ser un tanto desestabilizante. Los cambios propuestos por estas nuevas emociones sentidas pueden sorprender a su ocupante y esa sensación de asombro puede vivirse como peligrosa. Cuando acompañamos nuevas perspectivas es posible entender que la incomodidad forma parte central del proceso así como de una sensación de inadecuación o no pertenencia tranquilizarán a quien lo está viviendo. Cada parte del proceso tiene su función y darle el espacio pertinente es darle un espacio a integrar estas nuevas vivencias o posibilidades.
La ficción tiene el valor de permitir multiplicidad de realidades, habitarlas y experimentarlas. Intuir y poner en práctica la clase de ficción que podría ayudar mejor en cada proceso es un reto para el dinamizador.
